domingo, 28 de abril de 2013

El amor en los tiempos del tú y yo


El amor ha sido esa historia que se construye entre dos: tú y yo,
la humanidad ha estado tras la búsqueda de un tú que complemente un yo.
Un tú que se deje besar, no con los labios, sino con ese impulso que nace desde el diafragma,
que se agita y se desboca, torrente inagotable de silencios ardientes.
Que al llegar la noche de un frío domingo esté un tú borrando las odiadas soledades que preceden los lunes, y se pueda amar.
Un tú en el que se puedan introducir los dedos, la lengua, los miedos,
que se pueda memorizar en el cuerpo, que pueda dejar su silueta en la estela de una saliva que va contando una historia a una piel ajena.
Un tú con el que pueda descubrir los otros yo, esos allá sentados en el fondo del pozo, ocultos,
y se ría,
y los acepte con sus incoherencias, con sus demonios.

Pero un momento…
Si yo soy yo para mí y soy tú para ti,
entonces tú y yo somos el mismo sujeto,
y no precisamente un loco enamorado, ajeno, externo,
aquel que pintó el amor;
sino por el contrario un tú muy yo, que se deja soñar,
y que en esa fría noche de domingo se puede abrazar, y se puede reír una vez más de las estúpidas caras del otro yo.
Entonces repentinamente, mientras corro hacia mi almohada aterrorizada por no encontrar un tú, caigo en cuenta que me he alejado de mí buscando un tú que soy yo;
y que los poemas de amor han tejido una apología de la soledad,
y vuelvo en mí, puedo volver a respirar,
ahora sí a construir esa sólida historia en la que nos aferramos tú y yo,
y decidimos amar.