¿Alguna vez ha estado tendido boca arriba en una piscina simplemente flotando, con la vaga idea de vaciar la mente y sólo escuchar su propia respiración? Pues ahora me encuentro en esa piscina, solo que ésta vez me encuentro boca abajo.
Sí, boca abajo, esperando el momento en que sienta la tensión en mi cuerpo, abriendo y cerrando las manos con desespero resignado, y escuche mi garganta a punto de estallar un grito que al abrir la boca me inunde los pulmones. Pero la vida me sujeta el cabello, me levanta la cabeza y de manera instintiva me obliga a tomar aire, no dos, ni tres, sino una sola vez antes de volver a sumergirme en el espesor de la incertidumbre, así repetidamente, ya perdí la cuenta. Floto boca abajo con la mente vacía, los pulmones llenos y los ojos abiertos, esperando el momento en que vuelva a tener un soplo de vida; respiro, vivo, y te amo vida, por sujetar mi cabello antes de hacerme vibrar con un último grito ahogado. Y te odio vida, por obligarme a vaciar la cabeza, por no dejarme flotar boca arriba, por saber la medida exacta de aire para llenar mis pulmones, y esperar a que queden como un empaque al vacío para tirar de mi cabello y darme una bocanada más de esperanza.
Se acerca semana santa, muchos saldrán de viaje; si usted lo hace, vaya a una piscina, flote boca arriba, extienda bien sus brazos y vacíe su cabeza, quizás en algún momento tomemos una bocanada de aire juntos, y digamos, te amo vida.
Pdt: No tengo mucho oxígeno en el cerebro, pronto viene otra bocanada. Gracias Juan Pablo.