En estos días me reuní con una pareja de amigos viajeros, los llamo así porque el paso de sus huellas por diferentes fronteras ha logrado desdibujar esa marca divisoria que nos hace pertenecer a una cultura específica, generalmente a la que automáticamente confiere la tierra natal, y esto les permite observar desde la distancia y la cercanía cada contexto.
domingo, 8 de septiembre de 2013
La cara de hambre de mi gente bella
En estos días me reuní con una pareja de amigos viajeros, los llamo así porque el paso de sus huellas por diferentes fronteras ha logrado desdibujar esa marca divisoria que nos hace pertenecer a una cultura específica, generalmente a la que automáticamente confiere la tierra natal, y esto les permite observar desde la distancia y la cercanía cada contexto.
domingo, 16 de junio de 2013
En la mente de una estudiante
miércoles, 15 de mayo de 2013
El otro atrás de la mirada: descripción de un personaje.
Así es Facundo, que a sus 76 años vive en su vieja casa, aquella que en sus rincones todavía guarda risas de niños, sus niños.La sala se alimenta en el día de la luz natural que rebota desde el jardín interno de la casa y desde allí lee Facundo la prensa que torpe cae en el rechinante portón de madera; luego de haberse preparado un café en esa fría cocina de baldosa blanca, con más utensilios que recuerdos – porque ya ni recuerda cuántas latas ocultan esos cajones – sale con calma a su viejo sillón y se sienta con firmeza a enterarse de las nuevas tragedias del mundo. No ha terminado de saciar su capacidad de asombro cuando unos ruidosos pasos bajan por la espesa escalera de madera, son los inquilinos que alquilan el piso de arriba, una pareja de extranjeros que siempre van tarde para el trabajo – ¡Adiós Don Facundo! – exclaman agitados. Él suelta algo como un gemido acompañado de catarro, no es muy claro, pero parece corresponder el saludo.
miércoles, 8 de mayo de 2013
¿Quién me dio esta nacionalidad?
domingo, 28 de abril de 2013
El amor en los tiempos del tú y yo
y que los poemas de amor han tejido una apología de la soledad,
domingo, 24 de febrero de 2013
Él era mío y yo era suya
Él era mío y yo era suya,
llegamos con nuestros sueños rotos, con nuestros miedos vivos.
Sus recuerdos sangraban dolores que ocultaba,
y me besaba,
y me abrazaba,
desvaído,
como a quien le falta la fuerza para creer de nuevo,
y nos odiábamos por amarnos tanto.
Él era mío y yo era suya,
como dos almas que nunca se pertenecían,
que lo sabían y lo asumían,
por eso permanecían.
Como una fuerza incontenible de odio que los unía.
Eran dos almas opuestas ligadas a una risa ajena,
a una magia enferma,
destinados a un olvido funesto que se negaban.
Él era mío y yo era suya,
porque él era una soledad que acompañaba la mía.
sábado, 5 de enero de 2013
Acerca del año nuevo
Es verdad que si cada año estamos deseando las mismas cosas (prosperidad, éxito, salud, un trabajo estable, etc.) Es porque evidentemente algo anda mal.
Los deseos -cuando salen del alma- deberían realizarse y evolucionar; por lo tanto, si hemos deseado, a lo largo de la vida, un trabajo estable con un jefe que no sea negrero, una familia como las de Coca Cola, mejores ingresos para gastar cada día más dinero en un consumo estúpido impulsado por los medios, una esposa como de revista, un perro con pelaje brillante, una profesión exitosa que se obtuvo a partir de borracheras y porros, más amigos, más salud para no agotarnos entre sábanas, adelgazar, engordar, ser más lindos, tener más plata que el vecino, etc. ¿Qué ha pasado cada año que seguimos deseando lo mismo?
En mi opinión, después de ser los magnates de los deseos y haber aspirado fama, lujos y una vida hedonista, debemos evolucionar un poco (al igual que la tierra lo hace) y apagar la tele, cerrar la revista, desconectarse de la web 2.0 y desear lo que realmente necesitamos, ese día a día que calla bajo el ruido del consumismo, desear como: ser más humildes, fijarse en lo positivo (esto es de lo más difícil), reír a carcajadas, ser más estúpidos, leer más, cerrar la llave, disfrutar un trancón con buena música, decir lo que sentimos, apasionarnos más con lo que hacemos, hablar más con los buenos amigos, dejar de poner «peros», besar más, respetar a mi pareja, perdonar, disfrutar la lluvia, el sol, tolerar a Uribe, a Petro, dejar de culpar por todo a los políticos (por mas hijos de puta que sean).
Para ser un poco más breve, deberíamos desear ser responsables de nuestra propia felicidad. Si somos tantos en el mundo ¿Por qué vivir y desear como si fuéramos uno solo?