martes, 23 de junio de 2020

Mi cuarentena a bordo de un barco

Día 101 sin tocar tierra y este aislamiento del mundo está lejos de acabar, aún no se ve la luz al final del túnel; todo comenzó muy diferente, al principio se sintió una gran incógnita: ¿y ahora qué? en el fondo había un alivio cómodo que susurraba vacaciones, aunque ese fue solo el principio, todo se ha ido transformando; La cuarentena ha tenido su propia metamorfosis.

La fiesta

En mi caso, las relaciones en el trabajo estaban tensas, la noticia de la pausa indefinida de labores me trajo una sonrisa, era un aire que necesitaba. Inmediatamente el barco se quedó sin pasajeros por primera vez, se sintió extraño, se sintió nostalgia, no mucha, pesaba más la intriga de saber qué se sentiría ser un huésped de crucero. La primera etapa de la cuarentena fue una fiesta, fuimos uno de los más afortunados al quedar encerrados en un hotel flotante; piscina, gimnasio, bares abiertos para nosotros ¿qué más podíamos pedir? Siempre había espacio para discutir las preocupaciones del mundo de allá afuera, pero el mundo por redes sociales es muy diferente. Yo fui de las que prefirió no leer mucho del tema por aquello de no saber discernir entre la noticia y la especulación. La vida a bordo era más liviana, estábamos en una fiesta privada en la que al final del alboroto se susurraba una gran incógnita ¿y ahora qué?

La desconfianza

Llegó la primer noticia que aguara la fiesta: una compañera de otro barco fue desembarcada por urgencia médica en muy mal estado de salud; llevaba 6 días luchando con sus pulmones para poder respirar ¡qué susto! Ese virus se nos quería acercar, ya no era un tema de redes sociales. Muchos conocíamos a la persona, empezamos a desear su recuperación. Ya la fiesta estaba cambiando su atmósfera, sin embargo aún había música de fondo. 
Comenzamos con el distanciamiento preventivo, nos mirábamos con desconfianza unos a otros tratando de atisbar un riesgo de contagio. En ese momento todos podíamos ser víctimas o representar un peligro para el otro.

La emergencia

Al mismo tiempo la compañía sufría una crisis, uno de los barcos hermanos tenía el virus, aún tenían pasajeros a bordo porque ningún país los dejaba entrar a puerto; tripulantes y pasajeros se contagiaban por igual, se les empezaron a morir pasajeros adentro, todos estaban aislados en sus cabinas y no había suficiente personal para sobrevivir la emergencia. Así que tuvieron que tomar una medida desesperada: arriesgar uno de los barcos que ya se encontraban sin pasajeros, para transferir las personas que se creían sanas, y darle una mano al personal que estaba hecho fuego.
Comenzaron a llamar voluntarios, gente valiente y de gran corazón que pudiera ir al barco enfermo a ayudar a repartir comida a cada una de las cerca de mil habitaciones. Todo fue muy arriesgado, pero no se tuvo el apoyo de ningún gobierno en esta crisis humanitaria. Tocó recurrir a la ayuda comunitaria. 

La noticia

En este punto ya la fiesta se había acabado, las noticias ya no eran cifras que leíamos por internet, sino comunicados entre barco y barco, colegas, amigos, gente con la que habíamos trabajado.
Finalmente llegó un comunicado que corrió como un frío a lo largo de la espina dorsal: un compañero que se había ofrecido como voluntario en esta misión humanitaria a la deriva, fue contagiado y su cuerpo no resistió el virus; ese día que anunciaron la pérdida, dieron su nombre y tocaron la bocina del barco en su honor; eso sí dio tristeza. 

La separación 

La cuarentena había comenzado a mutar, aún socializabamos pero con un silencio prudente. Se comenzaron a escuchar rumores de que podrían enviar personas a casa. Comenzaron a transferir personas a diferentes barcos, los pequeños grupos de amigos que se habían formado durante este tiempo, fueron fragmentados; se iniciaron los procesos de repatriación. A unos pocos fue posible enviarlos en vuelo chárter, dependiendo del país y si los gobiernos autorizaban la entrada de sus ciudadanos. Las nacionalidades con mayor número de personas fueron enviadas en barcos, los otros grupos mixtos no tuvieron más opción que esperar.

La desesperanza

A nosotros nos fue delegado repatriar gran parte de los asiáticos. Cruzamos el océano Pacífico durante tres semanas; la expectativa era llegar a Filipinas, desembarcar los filipinos y al cabo de una semana continuar hacia Indonesia; las expectativas superaron la realidad y la resistencia humana, pues el gobierno filipino comenzó a ver signo pesos en toda esta situación y empezó a dilatar el proceso de desembarco de los tripulantes, ganando así sumas ridículamente altas por cada día que pasara en espera cada uno de los 25 barcos que nos encontrábamos en la bahía de Manila con más de 10 mil personas deseando ver a sus familias.
Nosotros no fuimos los únicos desilusionados: en otros barcos se habían planeado vuelos chárter para grupos mixtos y poder repatriar más personas. Pero los planes se fueron cancelando o postergando a medida que las negociaciones iban cambiando, las compañías de vuelos también querían sacar una tajada más grande.
La desesperanza comenzó a ganar esta partida, saltó el primer tripulante a bordo, se lanzó al mar llevándose su vida y sus tormentos, alertándonos a todos de mirar a nuestro alrededor e identificar entre nosotros quiénes ya estaban llegando a su límite. Tres días más tarde un segundo tripulante terminó con su vida, más adelante se sumaron dos más, y en este punto ya no queríamos contar más, estábamos horrorizados y asustados. Las memorias de aquella fiesta parecían de muchos años atrás.

El desembarco

Pasó un mes de espera cuando por fin pudimos desembarcar los ochocientos filipinos que teníamos a cargo; los barcos que estaban esperando en la costa de méxico pudieron finalmente organizar algunos vuelos más, se comenzaron a escuchar buenas noticias. Ahora por fin podíamos celebrar y navegar hacia Indonesia. 
En Indonesia la historia fue muy diferente, el gobierno dijo que el proceso de repatriación se debía hacer en 3 fases durante 4 días y así se hizo, desembarcamos más de 1.200 personas esa vez. Nos recibieron pequeñas embarcaciones diciéndole a su gente "welcome home" y haciendo un gesto de bienvenida con sus brazos abiertos, fue una sensación linda; un proceso de desembarco limpio, claro y feliz. 

El rescate

Después de haber cumplido con nuestra misión de repatriar nuestro grupo asiático, el siguiente paso para el barco es pasar a operación mínima, esto es como poner al barco en estado de coma, solo quedan a bordo el mínimo de tripulantes para que esta edificación flotante aún se mueva. 
Debíamos encaminarnos hacia Singapur para transferir a otro barco a nuestros compañeros que no hacen parte del sistema nervioso esencial del barco, allí ellos quedarán en espera hasta que puedan volar a casa. 
Ese día va a dejar una marca de vida en las personas que íbamos a bordo, es de hecho la razón por la que decidí escribir acerca de toda esta transición de eventos: el 19 de junio, camino a Singapur, el panorama se cubría con una cortina de lluvia, era un día gris oscuro, de visibilidad limitada. Alrededor de las 4:30 de la tarde, había una especie de tormenta, cuando la nube densa pasó, desde el Bridge (lugar desde donde se maneja el barco) se vislumbró un barco pesquero a medio hundir, seis pescadores se abrazaban a los trozos de madera que flotaban alrededor. El accidente había pasado hacía 3 días, uno de ellos se agarraba a un tronco como quien se aferra a su vida, tan pronto lo subieron al bote de rescate cayó desmayado; los otros 5 dieron aviso que ellos eran una tripulación de 16 personas, nos hacían falta 10 almas más por encontrar. El bote de rescate buscó alrededor, nosotros desde los balcones observábamos con esperanza de que ese océano tan amplio y denso, tan amado y misterioso, nos entregara 10 cuerpos más. 
No tuvimos éxito. Pudimos salvar seis vidas. Al día siguiente la guardia costera nos informó que habían encontrado 3 pescadores más con vida, habían logrado nadar hacia una isla cercana. 

La última chispa

Estas nueve almas nos encendieron la chispa de vida a muchos. Nuestro barco ya entró en estado de coma, pero nosotros seguimos palpitando aquí adentro. Esperamos que la noticia pronto sea que los reemplazos han llegado y es nuestro momento de ir a casa. Mientras termino este escrito ya han pasado 105 días sin tocar tierra, y aún allá en el fondo se susurra una gran incógnita ¿y ahora qué?

17 comentarios:

  1. Gracias por compartir esa experiencia de vida.

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  2. Muy interesante conocer otra perspectiva de esta realidad por la que estamos viviendo. Bendiciones para ti, tus compañeros de tripulación y perseverancia que pronto la respuesta al ¿y ahora que?, vendrá. Un abrazo

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    1. Gracias Diana. Sí esperamos una pronta respuesta y poder ir a casa. Cuídate mucho

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  3. Impecable texto, historia que llega al alma y nos aterriza al presente, gracias sista por volver a poner en texto sus experiencias y emociones de vida. ❤️

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  4. Al leer me sorprendía cada vez más parece una novela, espero puedas volver pronto a casa te queremos mujer ��

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  5. Que hermoso relato de tus vivencias, excelente redacción que me permitió sentir las emociones de cada acontecimiento, gracias por permitirme vivir parte de tu vida

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  6. Inevitable no llorar, me llevaste a lo que vives! Gracias por compartir tu experiencia, por aterrizarnos y enseñarnos uno de los tantos lados de la cuarentena de los que muchos ignoramos

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  7. La resiliencia hace parte ya vital de las venas de ese palpitar del que hablas!!! Cómo te quiero y te abrazo fuerte, me teletransportaste a cada momento! Gracias por hacernos parte de esto! Te adoro!!!

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  8. Muy fuerte vivirlo y compartilo, muy admirable tu fortaleza! Te mando un abrazote enorme y muy buena energía para seguir!

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  9. Angi que difícil... Me llego al corazón espero todo termine pronto y bien. Un abrazo grande. Ten mucha fortaleza. Espero nos podamos volver a ver pronto.

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