lunes, 19 de diciembre de 2011

El juego del Viene y va

(El siguiente es un escrito que hice hace un año exactamente, lo publico no por su profunda redacción, sino porque resultó ser un ejercicio interesante para mí)


No hay que ir demasiado lejos para poder  hallarle sentido a la vida, basta con mirar e interpretar.
El otro día pude ver, oler y sentir la incesante esencia del mar
Que como la vida misma viene y luego va,
No se trata solo de una grata experiencia con un agua sabor a sal,
Sino que hay que entrar en su juego del viene y va.

Ver en el mar un chispa de vida resulta un acto inteligente,
mirar la naturaleza con la piel y el corazón,
entender que en la vida cada instancia tiene su esencia sabor a mar,
y todo lenguaje va más allá del bien y el mal.

Como la vida hay olas que pasan de largo,
sólo basta un pequeño salto.
Otras que por el contrario dejan un sabor amargo,
llegan como una sacudida,
se trepan por la nariz,
y terminan con un ardor en los ojos.
Otras tantas, tratan de arrebatarse la ropa interior,
-suelen ser mis favoritas-
estremecen y sacan una bella sonrisa.
Hay olas que descontrolan,
que suben el sostén,
despeinan,
descubren las nalgas.
Hay olas que aturden.
Pero todas, absolutamente todas… vuelven al mar
pues hacen parte del mar,
tal vez se irán para arrebatarle una sonrisa a otro, o a otra,
o tal vez se vayan para no volver con la misma fuerza,
pero seguirán su rumbo, porque es su esencia,
y nuestra esencia, como humanos, como parte del mar, como parte de la vida
es saber estar dispuestos a recibir cada nueva ola,
y entender que en este juego todo viene, y todo va. 

jueves, 17 de noviembre de 2011

Como cuando eramos viejos

- La vida debería transcurrir al revés – pensé por pocos segundos antes de darme cuenta que dentro de la paradoja existente entre el sentir nostalgia por despedir la niñez  y el terrorífico pánico que despierta imaginarse entrando a la vejez, inevitablemente se estaba hablando de los mismo.

Si comenzara por contar mi vejez, diría que jamás callé, que no tuve que disimular un descaro, porque simplemente lo fui con libertad y crudeza, sin espacio para juicios, porque los de allá, los de afuera, ya dudaban de mi cabeza, reían con un asombro intranquilo mientras por dentro algo como un punzón les avisaba estar de acuerdo en cosas que por códigos sociales e intereses pecuniarios se veían obligados a consumirse por dentro.

Cuando fui vieja me sentí más persona que ahora sintiéndome joven, pues de anciana di rienda suelta a mis impulsos, me agoté tras el fingir, por ello me resarcía en la burla, en una inocente burla, demente, ilógica. Teniendo canas, me fue más fácil insultar la hipocresía, como también lo haré cuando pierda tamaño y comiencen a caer mis dientes. Siendo vieja me sentí tan torpe como ahora cuando callo, cuando lloro por dentro; así no fue antes, pues grité mis llantos, saboreé mis lágrimas dolidas… y jamás me sentí ridícula, es más, conoceré la ridiculez sentada en mi escritorio mientras busco entre papeles la forma de engordarle el bolsillo a los que para ese entonces cagarán sobre mi cabeza… ¡eso si me hará ridícula!

Es cierto, siendo vieja pude parecer un vegetal, parsimoniosa, frágil, de un lento proceder, fue esta la forma de comunicarme con la vida tras entender que realmente debí saborear cada paso, y es que en cada paso está la remembranza de lo que cada experiencia me trajo; de seguro así también seré cuando sea niña, torpe, directa, pediré ayuda, ofenderé de frente, empuñaré una ofensa tan sincera e inocua que solucionaré todo al extender mis labios dejando ver una sonrisa con el rostro un tanto tierno, un tanto ensoñesido, porque habré descubierto que simplemente debí sonreír más en mi época joven, en mi época estúpida.

Por cierto, puedo decir que la etapa más lenta de la vida es aquella en la que la megalomanía de sentirse enérgico no dejó percibir el tiempo en que se pasó de ser viejo a nuevamente ser un niño, porque ciertamente estamos hablando de lo mismo.  

martes, 18 de octubre de 2011

Pensamientos rápidos



Lunática sonreía a todo aquel que a su lado pasaba para de ésta forma reafirmarse que la sociedad carecía de afecto; por el contrario, sentía que todos los días luego de ver las noticias y leer la prensa, todos los humanos corrían a lavar sus rostros con jabón de miedo.
 

sábado, 6 de agosto de 2011

Cuando la senectud llega al cuerpo

Mister y Misis llevan 38 años de estar casados, son de esos esposos que ya no se oyen, ya no se ven, ya no se sienten. Son como máquinas viejas que sólo hacen un ruido constante. Oxidados, monótonos.
Es 24 de Noviembre y muy de mañana como siempre Mister se levanta de su cama dejando escapar con prisa esos hedores flatulentos que durante toda la noche cobijaron a la señora Misis. Baja como siempre sus escaleras rechinantes y perezosas para ir a tomarse un sorbo de agua; bebe, hace ruidos, vive... como máquina vieja. Recoge la triste correspondencia, las deudas, los recibos, las notificaciones sin sentido.

La mañana es soleada como casi nunca y Mister nota un sobre diferente, éste no le notifica deudas, asegura en su cabeza; éste sobre está firmado con el nombre de una mujer que pasa vagamente por las mazmorras de su memoria. Anuncia su muerte.

- ¡Pero qué coños me importa su muerte!- exclama con un fastidio extrañado.

Continúa leyendo: "... así que te hago cargo del hijo que por 33 años ha preguntado por su padre. Ha preguntado por ti" - ¡mierda! - exclama con un frío angustioso.

Inmediatamente llaman a la puerta, algo en su interior se mueve con una fuerza punzante, gruesa, brusca; parece ser el corazón... ya no recuerda.

Al otro lado de la puerta estaba él, lánguido allí parado. Aquel muchacho de piel fría y débil, cráneo grande, cabello escaso, dientes grandes y separados que advierten un diálogo baboso, escurridizo.  Su nombre es Pablito. - ¡33 años y se llama Pablito! - se presenta exánime y tras un saludo temeroso, lejano, como dos extraños que se sienten comprometidos, pasa y toma asiento. Mister lo analiza paulatinamente, su piel amarilla le sugiere una vida sedentaria, arrinconada, de aventuras escasas; tal vez éste joven pasado le refleje su triste presente.
Su aspecto poco agraciado le recuerda a Mister sus malos polvos en su época joven, en su época del "todo se vale" - qué errores se cometen - pensaba con un arrepentimiento resignado.

Pasan los días y la presencia de Pablito sólo acompaña sus frías soledades, es como si ni aún una noticia intempestiva logrará debilitar el óxido de la rutina. En la mesa están los tres, todos rumiantes, todos cuerpos que se mantienen de pie por inercia; masticando, chasqueando, mirando el mismo punto en el centro de la mesa, desorbitados. Ésta vez ya son tres máquinas latosas haciendo un ruido constante con sus escurridizas babas.

Un mes exactamente ha pasado desde que Mister recordó sus épocas de polvos poco exigentes; Pablito se despierta tras oír el ruido de la pólvora que en familia hacen explotar sus vecinos, es un jolgorio, carnaval de risas, cerveza y carne entre los dientes. De pronto, Pablito tiene la extraña sensación de sentirse joven, algo en su cráneo grande le hace pensar que puede valerse de sus propios medios. Por lo que decididamente sujeta sus pertenencias, sus miedos, su memoria vacía y huye, huye con prisa alarmante de las amenazas de la monotonía que le advierten una vejez poco placentera.

Al marcharse, Mister siente cómo algo se le revuelve en el estómago. Ésto ya lo había sentido antes, como cuando se enamoró por décimo segunda vez; es como si se hubiera desacostumbrado al lenguaje de su cuerpo.
Al decir adiós y tras un abrazo apacible su estómago vuelve a gruñir, Mister piensa que tal vez éste le advierte una excitación, así que sin entender mucho aquel rugir vacío que se despertaba detrás de su ombligo, decide hacerle el amor a su esposa. A esa soledad que innegable lo acompaña.        

domingo, 24 de julio de 2011

La mujer cuando es maternal



¿Cómo puede sonreír Doña Gruñidos al ver un bebé reír aún cuando va en Transmilenio? -se preguntaba Lunática mientras olía el aliento de quien ahora estaba parado sobre su pie derecho.

PerroPedro: porque todas creen que así se ven maternales y se sienten más agradables a la concurrencia.

Lunática: ¿Es esa la magia que dicen tener los niños?

PerroPedro: No sé. pregúntaselo a su madre cuando éste delate la infidelidad de su padre.

martes, 19 de julio de 2011

Una caida con cara Perropedra


Lunática enfermaba de risa en su mundo tras una carcajada no retenida; besaba sancudos de colores mientras experimentaba una sensación casi orgásmica que adormecía sus uñas y hacía culebrear su lengua, retorcía su garganta tratando de silenciar sus gritos carcajeantes que por un momento nublaban su presencia, sin percatarse de estar incomodando a esas caras blancas, todas largas, todas sentadas. 

Disfrutaba su narcótico estado cuando abriendo un tanto sus ojos  que parpadeaban 258 veces por segundo, logró identificar la silueta de Perropedro el gruñón, quien esperaba su regreso a tierra para lanzarle su saliva espesa y humillante, buscando que Lunática por fin se comportara como alguien normal.

Cuando la saliva adormeció la cara de Lunática, dejándola un poco seria, un poco aburrida, un poco Perropedra, logró mirar por un instante a su alrededor, a esas caras blancas, todas largas, todas sentadas y comprendió que en esta posición un poco seria, un poco aburrida, un poco Perropedra todos creían verse más intelectuales. Incluso aquel profesor care-lechuza allí sentado,   quien de seguro estaría pensando en noches rojas y besos verdes, mientras se hacía el intelectual, un poco serio, un poco aburrido, un poco Perropedro.

martes, 24 de mayo de 2011

La niña



Miraba sus jugueteos con nostalgia, admiraba sus sueños con ternura,
recuerdo sonreír con muchas de sus ocurrencias.
Descolgué mi cuerpo y me dediqué a contemplarla,
era tan viva y tan libre 
que parecía correr una y otra vez impulsada por una nube de regocijos.
Su vestido no coordinaba con sus zapatos... ella lucía con frente en alto su invento,
caminaba tan segura y tan sonriente que antojaba al viento de seguir su ritmo.
Dirigió su mirada hacia donde yo descolgada me encontraba
y sin percatarse de mi presencia, continuó sus jugueteos.
Sentí un palpito en el pecho, algo doloroso, algo nostálgico.

Era el lóbrego recuerdo de la infancia
que me recordaba haber sido la dueña del mundo,
mientras saltaba descalza, mientras soñaba despierta. 

miércoles, 18 de mayo de 2011

Aprovechando nuestro "Bicentenario"

¿Las armas os darán la independencia, las leyes os darán la libertad?

A lo largo de la historia colombiana, desde su lucha por la independencia en 1.810, donde por falta de unidad de criterio y de una idea política contundente para lograr la unidad económica y social, se ha evidenciado el desarrollo ideológico y estratégico de guerras sin  el fundamento apropiado para ser consideradas útiles; reflejándose de esta forma el sacrificio masivo e innecesario de vidas.

Comencemos recontando un poco lo sucedido a partir de 1.810 donde nace una idea no-auténtica de independencia (pues a la Nueva Granada llegan rumores de protestas que suceden en Europa, así como la invasión napoleónica que sucede paralelamente en España), se alza la voz de inconformidad y se desata un caos que el mismo pueblo no comprendía, pues un pequeño grupo de personas reclama su independencia y por ende la abolición del virreinato, mientras otros tantos continuaban con fundamentos realistas y no imaginaban un gobierno centralista.

Es por esto que esta guerra y esta independencia no se reclama inmediatamente, debido a la falta de integridad en los fundamentos y de una idea socio-política concreta, dando retraso al progreso económico y al desarrollo del bienestar social; vemos entonces que aunque la historia nos concede el honor de estar viviendo un bicentenario, realmente esto fue un suceso que tomó 9 años más en manifestarse radicalmente con la batalla desarrollada en 1819; dándole a un evento canceroso una extensión que laceró la sociedad y a la república entera dejando fragmentaciones internas y hasta el día de hoy legitimadas.

Luego de un leve recuento, describo a esta República de Colombia como una sociedad que interiorizó lo sucedido en el proceso de independencia gracias a que el desarrollo del país a nivel económico, político y social así lo demuestran; véase reflejado en las conformaciones de grupos izquierdistas con ideologías libertarias que de forma fatal trataron de dar un giro político al país pero que por falta de un proyecto político único, tergiversaron su fundamento central convirtiéndose en un cáncer para la sociedad, vigente hasta el día de hoy.

Véase reflejado también en los “ejércitos ilegales” creados para erradicar los grupos mencionados anteriormente, quienes de igual forma fueron contaminados por esa sed de independencia y de llevar el poder perfumado por sus convicciones individuales, exponiendo a la sociedad esta vez a dos enfermedades letales, vigentes hasta el día de hoy.

Finalmente, véase también reflejado en quienes aprobaron la conformación de estos “ejércitos ilegales” y hoy se encuentran instalados dentro del gobierno del país; hoy son ellos quienes por medio de la demagogia y el aprovechamiento de los recursos económicos, logran que el pueblo transite silencioso por donde ellos van enmarcando vías de convicción. Una conformación política que olvidó pensar en comunidad y en cambio desarrolló un pensamiento individualista, olvidó pensar en una independencia y permitió la subordinación del imperialismo estadounidense.     

De esta forma nos convertimos en una sociedad que legitimó vivir inconforme y vivir en una guerra interna, desprestigiando las necesidades del campesino, desterrando las comunidades indígenas, discriminando las diferencias raciales y económicas, trabajando honesta y deshonestamente para el bienestar individual, abandonando el pensamiento colectivo y con un creciente miedo a hablar.

A pesar de todo, en Colombia continuamos empuñando armas, alzando protestas y sacrificando vidas, convirtiéndonos cada vez más en una colonia norte americana lacerada, alejándonos de una independencia gritada hace 200 años.
Y los grandes gobernantes continúan generando y reformando leyes que engruesen sus cuentas y embellezcan sus vestidos, más no conformando una sociedad libre; al contrario buscan cada vez cintas más gruesas para callar al pueblo, o para vendar sus ojos para suprimir las opiniones encontradas. 

En conclusión, las armas nos han fragmentado como sociedad, como república, y las leyes han caído en malas manos que más que un pueblo libre, gozan de una sumisión total.

Angie Castellanos C.



martes, 17 de mayo de 2011

Una Pequeña pregunta

Alguna vez alguien dijo “si vives cada día como si fuese el último, algún día tendrás la razón”…
pues es de madrugada y un vacío golpea por dentro, y pregunto ¿qué me ha dado el sol para contarle a la luna?

Tal vez un suspiro caído, un grito callado o un silencio alarmante.
Un corazón ahogado, una soledad ilusoria o una lágrima resecante.

Podría hoy contarle a la luna que un invento humano carcome mi mente, que la tierra se ahoga, la sociedad muere de hambre y el sistema solo es uno más indigente.

Tal vez decirle que aprendí la ruta de la monotonía, que digito más rápido mientras he perdido un poco de alegría o que descubrí la receta para evadir la melancolía.

Que ya también aprendí del orgullo.

Que así mismo aprendí de esta fría sociedad, que entre más aprisione los pensamientos y le construya un sótano a un bello sentimiento, llegaré con la frente en alto al salón de los que ya perdieron el aliento.
Hoy le contaré a la luna que cada día somos más mezquinos y que ya ni recuerdo haberte conocido. Que me centro más en algo sin sentido, mientras olvido todo lo que a tu lado pude haber aprendido.

Reconocería que hoy dejé pasar un aroma desapercibido, que no logro encontrar el mundo de un jardín abandonado, que el sonido del viento ya no ensordece mis oídos, que un pensamiento ya no me produce un suspiro o que un mal recuerdo envenena mis sentidos.

Que el mundo se ufana de cosas efímeras, de momentos vanos, de glorias superfluas, mientras por dentro llora una esencia… pero tranquilos, todavía el hombre no ha terminado de estallar su ingenio y tendremos todavía con qué evadir este enfermizo vacío.