La línea de mi electrocardiograma estuvo en descenso. Sentí que ya no subía, cada día estaba más lejos de teclear por lo menos tres renglones.
Así que me tomé el tiempo, más que prudente, para desperdiciarlo (perder el tiempo también hace parte del equilibrio). Fue entonces, cuando sentí esa ausencia de palpito que me llevó a buscar un punto ciego en mi vida, que me llevara a no pensar, a no reír, a no encontrarme.
De pronto, apareció como un destello angelical, fue sencillo, allí estaban los Protagonistas de Nuestra Tele (no hay nada que anule más la existencia que un programa tan carente de sentido), me dediqué a desvanecerme noches enteras -dos horas para ser exactos- en la delgada línea entre no hacer un culo y ser un culo, como se imaginarán escogí la segunda; olorosa, aplastada, decadente, en pocas palabras, una fiel televidente.
Entre la vida de la adoptada de Manuela, los sexys labios de Angélica o el estúpido saludo entre los hermanitos Edwin y Sebastián, nunca sentí incomodidad alguna, pues nunca me importaron y nunca me importé.
Al igual que el terror que usted, querido lector, debe estar sintiendo, la pequeña voz que tengo detrás de la trompa de eustaquio enloquecía, estaba aterrorizada y desesperada por hacerme reaccionar. Pero soy de depresiones recalcitrantes que no ceden ante la idea de superación. Por lo tanto seguí en descenso, fui constante, llegué a buscar en el periódico quién había sido el eliminado de la semana (qué vergüenza, cubro mi rostro), estaba cómoda, anulada.
Ahora digito tratando de resarcir el tiempo parpadeado frente a la pantalla, las horas infructuosas, el cuerpo desvaído; tal vez merezca siete latigazos y sesenta y cuatro aves maría, pero debo confesar que hay algo de satisfacción, ya que nunca imaginé que una programación tan fatua -como la nacional- resultara hasta terapéutica.
miércoles, 3 de octubre de 2012
jueves, 3 de mayo de 2012
La Tierra Plana
Si
se preguntan qué pasaría si la tierra fuera plana, Albina se los puede contar,
pues ella pertenece a Monópolis, una tierra bidimensional.
En
Monópolis es fácil no enredarse la vida, nada es un misterio, porque nada tiene
fondo. Nada es una vecina que para Albina lo tiene todo, una casa ancha y
larga, donde divinamente caben las dos expandidas con la herramienta deformar,
nunca tocan un borde de la casa por más que el cursor las ensanche. Nada lo tiene
todo, porque allí Albina encuentra los vestidos más bellos de Monópolis,
vestidos que cambian su forma, su largo, su estilo, pero nunca su color, porque
como lo dije al principio, en Monópolis es fácil no enredarse la vida, y allí
todo es de un mismo color, el país del Mono-Tono.
En
Monópolis un caballo es una cebra también, un camaleón es gemelo de una iguana,
una manzana puede ser también un tomate o una cebolla cabezona sin querer puede
estar en la lonchera de sus hijos. Acá no se encuentra matiz, pero sí tenemos a
Martín, un joven el cual no sabemos si es policía, vigilante o marinero, pero
lleva uniforme y saluda todas las mañana a Albina mientras hace caballitos
camino al colegio.
En el colegio no pueden avanzar en fila india, a menos que se les mire de medio lado, los niños
allá nunca se han comido un moco, pues sus narices no tienen fosas en las que
se puedan acumular residuos. Desperezarse en sentido diagonal ha sido un sueño
que se quedó en la utopía de todos los niños, jóvenes, adultos y ancianos de
este lugar. Albina por portarse mal nunca fue al rincón, solo la ponían de
espaldas en la esquina, jugar a saltar la cuerda siempre fue un reto, porque
sólo se puede batir de arriba para abajo y al bajar la cuerda todos los niños
quedaban aturdidos por el fuerte golpe que les daba el lazo en la cabeza.
Albina
podría describir con exactitud la vida de cada persona de su barrio, y no
precisamente por ser una comunidad compacta ni con un avanzado sentido de afecto
al prójimo, el secreto está en que allí todos los días son iguales, Monópolis
no solo es Mono-Tono, sino que también es monótono, cada día se repite con
exactitud, lo que le ha dado el espacio para recorrer la vida a gatas de cada
persona en su barrio.
Todos
los días Albina despierta con el mismo pijama y el mismo desayuno, pero es su
elección digerirlo y salir a saludar a
todo el mundo de la misma forma. “Cada día tiene un personaje protagónico” –Se
dice Albina al espejo mientras se pone su uniforme- y con este pensamiento sale
a encontrar nuevas historias, largas o anchas pero jamás profundas.
viernes, 16 de marzo de 2012
Ideas organizadas son cosas de Punto Aparte
Era del Punto Aparte, recuerdo, estaba tan afligido por el rechazo social que decidió fundar su propia empresa, se había cansado de ser el último siempre, de tener que ir en la cola. Quería ser protagonista, por lo tanto su proyecto debía estar enfocado en una buena causa social, en la seguridad social. ¿De dónde iba a sacar amor para tanta idea? Nadie nunca lo supo, simplemente, lo hizo.
Tuvo siempre un apoyo, alguien que siempre creyó con una fuerza incontenible en su arriesgado proyecto; Así fue como DosPuntos se encargó de promulgar y difundir éste novedoso proyecto.
A raíz de esto se despertaron frenéticas oposiciones, trifulcas en la plaza, en la iglesia, en la escuela, discernir el bien del mal fue imposible; Alguien tomó la batuta dentro de la empresa, fue Coma; ella se encargó del orden social, de mantener separadas las ideas opuestas y resarcir el daño que estaba haciendo tanta idea junta. Sin embargo, quien enjuiciaba los agravios era PuntoComa, conocía muy bien cuál era el distanciamiento que debían sufrir aquellos Peros y Objeciones con mayor cantidad de adeptos. Era de esperarse, que quienes no quisieran colaborar con PuntoComa pasarían a rendir declaraciones entre Paréntesis, -Guión- era el interventor encargado del escrutinio en estos procesos.
La empresa Orden Ideal tuvo una imponencia fulgurante, todos conocían su visión y la respetaban, era tan sincronizada, tan perfecta; para entrar debía primero superar el filtro de los Signos de Interrogación, luego recibir una cordial bienvenida de ¡las niñas de Admiración!, sus curvas y su carisma era lo que más agradaba al entrar allí, luego de esto quien atendía sus quejas, reclamos, condiciones y restricciones con detenimiento era don Asterisco, así la cadena de funciones volvía a comenzar.
Orden Ideal cumplió su propósito, organizar el caos y el rechazo al que venía acostumbrada la sociedad de las ideas.
jueves, 1 de marzo de 2012
Instrucciones para dar cuerda a un reloj
Si usted desde ya es alguien: cumple citas, conduce el auto, carga con el aroma de su jefe en el cuello o debe sacar el perro; le sugiero que no descuide aquel residuo metálico, redondo, que se encuentra al lado derecho del reloj que carga en su muñeca izquierda.
Tal vez note que las manecillas de su reloj pierden vida, se tornan lerdas y pesadas, por su cabeza comenzarán a pasar las cuentas pendientes, el mercado que falta por hacer, la salidita con su esposa, amante o aquella amiguita que le parpadea con rapidez deslumbrante cada vez que le observa de lejos; piensa en el último pago y en cuanto falta para el próximo, buscando identificar unos pesos de sobra que le permitan comprar un reloj de reposición. ¡pero no se alarme amigo! tan sólo dirija su mano derecha a este pequeño tornillo que hasta hoy usted creía de adorno, y, ayudándose con sus dedos índice y pulgar, gírelo de seis a ocho veces hasta que él mismo se torne hercúleo y no ceda ante una próxima vuelta. Diríjase a la iglesia del parque -independientemente de la cantidad de pecados que lleve cometidos en el día- observe aquel ingente reloj ubicado en la parte superior central de la estructura y logre acomodar las manecillas del reloj de su muñeca imitando la hora que el santísimo indica.
Ahora probablemente note que mientras pensó en su próximo compromiso, sintió una angustia monetaria, giró un insignificante tornillo y plagió la hora divina; vivió durante quince minutos entre paréntesis, que aunque no hace parte del texto de su vida, su presencia es indispensable para su avance.
Tal vez note que las manecillas de su reloj pierden vida, se tornan lerdas y pesadas, por su cabeza comenzarán a pasar las cuentas pendientes, el mercado que falta por hacer, la salidita con su esposa, amante o aquella amiguita que le parpadea con rapidez deslumbrante cada vez que le observa de lejos; piensa en el último pago y en cuanto falta para el próximo, buscando identificar unos pesos de sobra que le permitan comprar un reloj de reposición. ¡pero no se alarme amigo! tan sólo dirija su mano derecha a este pequeño tornillo que hasta hoy usted creía de adorno, y, ayudándose con sus dedos índice y pulgar, gírelo de seis a ocho veces hasta que él mismo se torne hercúleo y no ceda ante una próxima vuelta. Diríjase a la iglesia del parque -independientemente de la cantidad de pecados que lleve cometidos en el día- observe aquel ingente reloj ubicado en la parte superior central de la estructura y logre acomodar las manecillas del reloj de su muñeca imitando la hora que el santísimo indica.
Ahora probablemente note que mientras pensó en su próximo compromiso, sintió una angustia monetaria, giró un insignificante tornillo y plagió la hora divina; vivió durante quince minutos entre paréntesis, que aunque no hace parte del texto de su vida, su presencia es indispensable para su avance.
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